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Carrrrnaaaavallll... Columna de Alfredo Sabbagh

Un jolgorio contenido se siente en el ambiente. Apenas faltan 4 días para el carnaval. Han sido meses de ensayos, correrías, discursos, vallas, besos al aire, sonrisas forzadas, sudores (y olores) compartidos, conciertos, brazos levantados, tejas, buses y billetes de 50. Y todo el tiempo con careta y disfrazados de arlequines impolutos a los que ni se les nota la manchita de mermelada. Reconocer toca que a la comparsa del domingo 9 le ha tocado duro. Pobrecitos.

La banda sonora ha sido todo un crossover de jingles reencauchados. No sabemos a qué pueblo o familia se refieren los que se proclaman “del pueblo” y “de la familia”. No sabemos tampoco a qué llave o a qué futuro se refiere el que canta con dudosa afinación. Mucho menos sabemos qué es lo que agarran con la mano firme o si ya visitaron a un cardiólogo, porque un corazón grande puede conducir a un infarto. Y ni qué decir de si por “avanzar” se entiende hacerlo en la fila para reclamar la bolsa de cemento. Se me quedan varias cancioncitas en el tintero, pero con seguridad todas las hemos bailado y bailaremos el domingo. Al fin y al cabo, los carnavales se parecen. Del bordillo a la urna, pero se parecen.
Pero ojo, que a este baile amenaza colarse un tal señor Blanco que tiene nervioso a más de uno. Y aunque su nombre no es nuevo, nunca había sonado tanto como esta vez. Comprobado está que no a todos les (nos) gusta el ‘serrucho’. Se prevé escasez de marimondas y  capuchones como el señor Blanco se cuele. Tocará contratar nuevamente a la Draga China para que les limpie Puerto Mocho.
Y cuando acabe el baile empezará otro. En medio de los carteles que no recogerán y la basura por la que no responderán escucharemos promesas de cumbiambera mezcladas con agradecimientos hipócritas, dirigidos todos a esa masa anónima y perrateada a la que llaman “mi gente”. A los que no les vaya bien en el baile los escucharemos decir que no tuvieron garantías, que así es muy difícil y que a pesar de todo seguirán adelante. Algunos nada más le cambiarán el cauchito a la máscara en una demostración de camaleónico reciclaje que espanta y asombra. No es un ejercicio de adivinación. Es que todos los carnavaleros se parecen. Hasta los apellidos se repiten.
No sé… va siendo como hora de cambiar ese desfile. Y aunque suene paradójico, para cambiar el desfile toca desfilar. Una vez más: si dejamos que sean otros los que armen la fiesta para que decidan a su gusto y conveniencia la música, la pinta y la cuota, pues después no nos quejemos. A ver si nos sumamos al domingo de carnaval haciendo lo que como ciudadanos nos toca, que no es nada distinto que votar libre y a conciencia. Vote por quien usted quiera, pero convencido y por convencimiento. Mejor eso que por ron, tejas o un billete de 50.
Leer, revisar, comparar, investigar y no tragar entero. No queda de otra. Volvemos a tener el chance de recuperar lo que nos escondieron o nos birlaron. Dejemos de ser espectadores en el palco cómodo del ausentismo y vayamos a bailar en la urna. A ver si de paso les ‘bailamos el indio’, los dejamos sin careta y les dedicamos el Te olvidé.
asf1904@yahoo.com
@alfredosabbagh
Tomado de: http://www.elheraldo.co/columnas-de-opinion/carrrrnaaavaalll-145023

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