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Mostrando entradas de noviembre, 2012

¿Cazador o ave libertaria?

He notado que cuanto más alto intenta volar un ave, aparecen escondidos en la selva cazadores expertos, hombres y mujeres con escopetas y dardos de envidia y rabia y manipulación, expertos en el arte de matar pájaros que vuelan libres.  Al ver los colores de su plumaje brillando bajo los rayos del sol, la gente desea arrancar una a una sus alas para depositarlas en su altar de trofeos, exhibirlas como muestra fehaciente de que es imposible volar por mucho tiempo, porque tarde o temprano caerás. Por eso, hay aves que prefieren volar bajito, ser cautos, prevenidos y no demostrar felicidad, ni majestuosidad, y vestirse de negro y gris, para que esos cazadores de aves libertarias se alejen del camino. Pero allí, en ese vuelo a ras del suelo, nos volvemos seres meditabundos y cabizbajos, seres acongojados y melancólicos que algún día nos permitimos amar sin restricciones, dándole rienda suelta a nuestra capacidad de dibujar el cielo de amarillos, violetas y rojos...

Y... ¿si dejamos de amar o nos dejan de amar? ¿Cómo podremos empezar de cero?

Rápidamente se acerca el final de este 2012, en efecto, tal como estaba pronosticado ha sido una época de cambios, de convulsiones, de cerrar etapas, de derrumbar puentes obsoletos, de remover estructuras, de cerrar puertas y clausurar edificaciones.  Con mi ciudad en llamas, caminaba despacito sobre los escombros, a tientas, sin luz. Con miedos empecé a recorrer lugares viejos pero desconocidos, casas inhabitadas desde hace años, recónditos espacios que desconocía, porque esos puertos en donde ya durante mucho tiempo había anclado mi barco, ardieron ante la mirada incauta de propios y extraños, y ese incendio aunque poco publicitado y anunciado por las aves de rapiña que nos rodean, consumió desde adentro mis ganas de continuar.  Allí se consumieron mis ganas, mi voluntad de confiar, vi como se iban quemando una a una las letras de la palabra amor, observaba como el verbo amar sucumbía ante la posibilidad de que alguien viniera a salvarlo, aunque ahí es...